miércoles, 7 de octubre de 2015

Símbolos Celtas: 2da entrega. la Cruz Celta, el Árbol de la Vida, el Hombre Verde, el Arpa.

La Cruz Celta


La cruz Celta es un símbolo de cultura y fe. Se desconoce su origen verdadero, pero al respecto existen muchas teorías y leyendas.



Celtic Cross – symbol of faith and culture




Una leyenda Cristiana afirma que la primera cruz celta
fue formada por San Patricio al acercar el cristianismo a los druidas.
Los druidas veneraban un círculo de piedra, San Patricio al darse cuenta
de la importancia de esta piedra, dibujó una gran cruz 
en medio de ella para que la bendijeran.
Desde entonces, las dos culturas juntaron sus
símbolos para formar la cruz celta. La cruz
representa el Cristianismo y el círculo es 
la representación celta de la eternidad, sin 
principio ni final.


Celtic Cross – symbol of faith and culture

Sin embargo, existen muchos significados alrededor
de esta cruz.  Algunos afirman que la cruz representa
los cuatro puntos cardinales, o los cuatro elementos:
tierra, fuego, agua y aire.




Celtic Cross – symbol of faith and culture
Muiredach Cross



Esto significa que el símbolo de la cruz es anterior al cristianismo y de hecho, éste aparece en varias culturas antiguas como los que se han encontrado tallados en varias cuevas que datan de la Era de Piedra.

Antes que el Cristianismo llegara a Irlanda, el pueblo adoraba a un número de dioses distintos. Uno de ellos era Taranis, Dios del Trueno, quien era usualmente representado sosteniendo un rayo en una mano y una rueda en la otra.
Durante la Era de Bronce la rueda fue usada en monedas y en joyas. Usualmente tenía cuatro rayos y se la conocía como la Rueda del Sol. Los dos símbolos son muy similares, por lo que la Cruz del Sol podría haber evolucinado en la Cruz Celta con el tiempo.




Celtic Cross – symbol of faith and culture




Los orígenes de la cruz celta pueden ser paganos pero el Cristianismo lo apropió. Las cruces se usaron en los manuscritos sagrados.
La mayoría de la gente que usa la Cruz Celta hoy en día son Cristianos, pero también muchos la usan como símbolo de su herencia Irlandesa (o Escocesa, o Galesa).




Celtic Cross – symbol of faith and culture








El Árbol Celta de la Vida (Crann Bethadh)





Celtic Tree of Life (Crann Bethadh)

El Árbol Celta de la Vida es a menudo representado con ramas que llegan al cielo y raíces que se extienden dentro de  la tierra como símbolo de la creencia Druida de la estrecha unión entre el cielo y la tierra.
Los árboles tenían un lugar preponderante en la cultura celta.
Proveían refugio y comida, y calor a través de la madera.
También constituían el hogar de muchos animales.
Los Druidas solían celebrar
sus encuentros y ceremonias bajo los árboles.


Celtic Tree of Life (Crann Bethadh)
Tree of Life from the Kabbalah


Los Celtas creían que los árboles eran los ancestros del hombre y que tenían una conexión con el otro mundo. Los árboles más sagrados eran el roble, (daur en Celta), de donde proviene la palabra palabra moderna door (puerta en inglés). El roble, sería la puerta al otro mundo.



El Árbol de la Vida existe en varias culturas, religiones y mitologías, entre las que se incluyen las del Antiguo Egipto, China, Cábala y Maya.

Celtic Tree of Life (Crann Bethadh)
Ogham Stone







Tallados  Neolíticos de árboles han sido encontrados en cuevas del norte de Inglaterra. El significado del árbol para todas las culturas es el mismo: el ciclo de la vida y las interconexiones de la toda la creación.
Las religiones como el Cristianismo y el Judaísmo ven el árbol de la vida como símbolo de la pureza y de la sabiduría. Los Celtas, bajo esos mismos códigos basaron su alfabeto Ogham, nombrando a cada letra como a uno de sus árboles sagrados, así, éstos impartirían sabiduría a quienes leían los símbolos. Los Celtas le atribuían al árbol de la vida las cualidades de sabiduría, longevidad y fuerza.





El Hombre Verde- símbolo del renacer




El Hombre Verde es representado en varias culturas del mundo
con una cabeza de follaje.
También se lo conoce como el Hombre en el Árbol,
Derg Corra, Viridios’ y ‘Jack o’ el Verde’.
The Green Man - symbol of rebirth
Data de la época de la cultura Celta y puede ser encontrado aún en representaciones arquitectónicas antiguas alrededor de Irlanda, usualmente en edificios religiosos.

El Hombre verde representa a la exuberancia de la
vegetación, la venida de la primavera y verano. Es un
símbolo del renacer y de la relación entre la naturaleza
y el hombre.
Aparece en distintos personajes en varias mitologías.
Como las plantas y la vegetación son vitales para la vida en
la tierra, tiene sentido que cada cultura tenga una deidad dedicada a ellas. En la mitología Celta esta deidad sería Cernunnos, el dios enastado, y también Viridios el dios del verdor.
Algunos historiadores creen que la cabeza humana tenía particular importancia
para los Celtas, porque contenía el alma. De hecho, los Celtas
solían tomar las cabezas de sus enemigos como trofeos de batalla.




The Green Man - symbol of rebirth
Carving of the Green Man


En tiempos modernos el Hombre Verde está asociado a causas mediambientales y su dibujo  ha sido usado como logo en proyectos eco-sustentables, como ecocasas, diseño de paisajes y energía reusable.
Hay también varios festivales de música al aire libre que toman el nombre del Hombre Verde, donde se combinan la música, el arte, el folklore y el cuidado del medioambiente.




El Arpa- emblema nacional de Irlanda




El arpa es uno de los  instrumentos musicales más antiguos del mundo
y también el emblema nacional de Irlanda.
Se cree que el arpa fue introducida en la Europa pre-Cristiana por los
Fenicios que a su vez la trajeron de Egipto como una mercadería
de intercambio, Las arpas más antiguas que aún perduran
datan del siglo XV, aunque este instrumento ha sido un emblema
importante de Irlanda desde el siglo X.


The harp – national emblem of Ireland
En la época de los antiguos líderes, los arpistas eran
altamente apreciados. Las historias solían contarse
con la música del arpa y acompañaban el espíritu
del país. Los arpistas solían viajar por Irlanda
tocando sus canciones folclóricas y contando
sus historias para el público.
El más famoso entre ellos, fue Turlough O’Carolan, que
estaba ciego y cuyas composiciones son aún
hoy en día populares a través de grupos musicales
actuales como los Chieftains y Planxty.






Michael Rooney toca el arpa: Música tradicional Irlandesa  











The harp – national emblem of Ireland
Esta es  Queen Mary Harp que se encuentra en el Museo Nacional de Escocia. Es una de las tres arpas Celtas medievales que se conservan actualmente. Las restantes están en Trinity College  en Dublín y en Lamont en Escocia. 







En el siglo XVI  la Corona Británica veía en la música del arpa tal amenaza que decidió quebrar el espíritu Irlandés ordenando quemar todos estos instrumentos y ejecutando a los arpistas.  Fue doscientos años después que pudo la música del arpa ser disfrutada nuevamente en Irlanda.
En 1792, se organizó un festival para tratar de revivir esta tradición y sólo 10 arpistas se presentaron.



Hoy en día la imagen del arpa es un símbolo de Irlanda tan reconocido como el trébol. Aparece en las monedas Irlandesas  y es el logo de Guinness, para muchos la bebida nacional de Irlanda. 






Fuente:
http://ireland-calling.com/celtic-symbols/
Traducción y corrección: Marina Kohon






domingo, 20 de septiembre de 2015

Símbolos Celtas: Hoy la Cruz de Brigit, Awen, El Nudo Celta o Triquetra y el Anillo de Claddagh








La Cruz de Brigit

Se cree comunmente que es un símbolo cristiano, pero su origen es mucho más antiguo.
Se hacía con paja, consistía de un cuadrado central rodeado por cuatro brazos formando ángulos rectos. Con ella se adornaban las puertas de los hogares Irlandeses, usualmente  las cocinas, para guardarlas del fuego y del mal.


Brigid’s Cross (Brighid’s Cross, St Brigit’s Cross)

Tradicionalemente esas cruces se tejían durante la fiesta de Imbolc, el festival de la diosa pagana Brigit, para dar comienzo a la fiesta de la primavera.

Brigit de Tuatha de Danaan, en la mitología Céltica, era conocida como una diosa dadora de vida A ella se la asociaba con el renacer
de la primavera pero también con el fuego, junto a su purificación
y su poder destructivo.

Con la llegada del Cristianismo a Irlanda, la diosa Brigit devino en Santa Brígida, o Santa Brígida de Kildare (450-520), Santa Patrona de Irlanda.
Muchos de los atributos de la diosa fueron transferidos a la santa. Imbolc se convirtió en la fiesta de Santa Brígida el primero de febrero. A la cruz se la comenzó a asociar a Santa Brígida también y a ella con el fuego y los pozos sagrados, como una forma de perpetuar las creencias paganas.


Brigid’s Cross (Brighid’s Cross, St Brigit’s Cross)
St Brigid

Brigid’s Cross (Brighid’s Cross, St Brigit’s Cross)
Diamond-cross – rushes on willow twigs

En Irlanda aún se celebra el día de santa Brígida el primero de Febrero. La gente teje cruces y las pone sobre las puertas de sus casas, mientras que la religión Neo-pagana ha resucitado en los últimos tiempos la celebración de Imbolc.



AWEN


Este símbolo es Neo-Druida cuya invención se atribuye al poeta del siglo 18 Iolo Morganngw.


The Awen (The Three Rays of Light)


La palabra Awen, que significa inspiración o esencia en lenguaje Celta, es mucho más antigua y fue
acuñada en el libro del siglo 9  "Historia Brittonum" que se cree fue escrito por el monje Galés Nennius.


El alfabeto de Nennius 

Nennius es famoso por su contribución al desarrollo de la legenda Arturiana. See cree que también creó un alfabeto, no muy distinto del Ogham o Rúnico. Una de las letras es muy similar a este símbolo Awen, y muy probablemente sea la que inspiró su creación.

El símbolo Awen también aparece en el Mabinogion, una compilación de cuentos y leyendas Galesas relacionadas con el rey Arturo.
Los tres rayos representan la armonía de los opuestos en el universo. Por ejemplo. los dos rayos externos representan la energía femenina y masculina y los rayos centrales el balance entre ellos. También representan los tres dominios de la tierra, el cielo y el mar; la mente, el cuerpo y el espíritu.

Además, Awen es considerado el símbolo de la inspiración e iluminación divina para los poetas, escritores, artistas y creadores. Muchos grupos de Duidas contemporáneos lo  usan en tattoos, bijou y arte neo-pagano. 



Triquetra – el Nudo de Trinity


También conocido con el Nudo de Trinity.
Como todos los nudos celtas
la triquetra está construída con
una línea continua entrelazada
sobre sí misma representando
la vida eterna espiritual.
Los Celtas favorecían la idea de
que todo lo que es realmente
importante venía de a tres: tres estados
 en la vida, tres elementos,
tres dominios: la tierra, el mar y
el cielo; el pasado, presente
y futuro.


 Triquetra - the Trinity KnotLa triquetra es a veces 
dibujada alrededor de un círculo
símbolo de la unidad de las tres partes.








Los Cristianos adoptaron el nudo ya que se adaptaba muy bien a su sistema de creencias. Para ellos representa al Padre, al Hijo y al espíritu Santo.


Triquetra - the Trinity Knot
Runestone from Uppsala, Sweden



También se parece mucho al símbolo de los tres peces enlazados, el cual es un símbolo Cristiano antiguo.

Intrincados nudos Celtas  pueden ser encontrados en monumentos de piedra y en los manuscritos hermosamente decorados  por los monjes Católicos.
La triquetra hoy en día es usada en joyería y en tattoos. Los Neopaganos lo han adoptado como representación de la Diosa y los tres estados de la mujer: niña, mujer y anciana.



El anillo de Claddagh


La creación del anillo de  Claddagh es usualmente atribuída a Richard Joyce, un pescador de la villa de Claddagh, cerca de Galway.
Richard estaba comprometido cuando un día su bote fue atacado por piratas que secuestraron a toda la tripulación.


Claddagh Ring - symbol of union and loyalty
La imagen de dos manos sujetando un corazón con una corona, representan el amor, la lealtad y la amistad.



Richard fue vendido como esclavo en Algeria y comprado por un orfebre que le enseñó el oficio. Allí se quedó trabajando sin poder olvidar a la novia que había dejado atrás.

Richard Joyce  ganó su libertad después de varios años de servicio. A su regreso a Irlanda encontró a su novia que nunca había dejado de amarlo y que no había perdido las esperanzas durante todos esos años de que la vida los volviera a unir. Él hizo para ella el anillo de Claddagh.



Claddagh Ring - symbol of union and loyalty
The Village of Claddagh today, now part of Galway.



Más anillos de ese período

Esta historia romántica es una de las varias leyendas que rodean al origen del anillo. Las iniciales RJ fueron encontradas  en uno de los anillos de Claddagh más antiguos pero también hay otros tres anillos de Claddagh con las iniciales de Thomas Meade.


Claddagh Ring - symbol of union and loyalty
15th century Fede Ring

El anillo de  Claddagh es una variación de los anillos Fede, que datan de la época Romana. Tenían la imagen de dos manos entrelazadas que representaban la unión y la lealtad.




El anillo de Claddagh tiene distintos significados dependiendo de cómo o cuándo se use.


Como se usa el anillo de Claddagh:


  • Cuando el anillo es usado en la mano derecha con la base del corazón hacia la punta de los dedos, sugiere que la mujer es soltera y que no tiene una relación.
  • Cuando el anillo está en la mano derecha y la base del corazón apunta a la muñeca, sugiere que la persona está en una relación aunque aún no está comprometida o casada.
  • Cuando el anillo es usado en la mano izquierda con la base del corazón hacia la punta de los dedos, la persona está comprometida.
  • Si el anillo está en a mano izquierda y la base del corazón apunta a la muñeca, entonces la persona está casada.


Próximamente: El Árbol de la Vida, La Cruz Celta, El Hombre Verde, El Arpa.





jueves, 17 de septiembre de 2015

Van Morrison and Mark Knopfler - Irish Heartbeat


Con treinta y cuatro álbumes, Van Morrison ha dado otro paso en su extensa carrera grabando un nuevo disco de dúos. Algunas son viejas canciones de su autoría grabadas con amigos y colegas. Entre ellos Michael Bublé, Bobby Womack, Steve WinwoodMavis StaplesGeorge BensonShana (la hija de Morrison). y en esta canción, con Mark Knopfler de Dire Straits. Ambos ya habían trabajado juntos en una canción "The Last laugh" para un album de Knopfler en el 2000, perteneciente al disco Sailing to Philadelphia. Ahora retoman con Irish Heartbeat, una canción que había sido originalmente incluída en Inarticulate Speech of the Heart, de 1983.
A subir el volumen, y disfrutar:










Oh won't you stay
Stay a while with your own ones
Don't ever stray
Stray so far from your own ones
Cause the world is so cold
Don't care nothing for your soul
That you share with your own ones

Don't rush away
Rush away from your own ones
Just one more day
One more day with your own ones
Cause the world is so cold
Don't care nothing 'bout your soul
That you share with your own ones

There's a stranger
And he's standing at your door
Might be your best friend, might be your brother
You may never know

I'm going back
Going back to my own ones
Come back to talk
Talk a while with my own ones
Cause the world is so cold
Don't care nothing 'bout your soul
You share with your own ones

Oh won't you stay
One more day with your own ones
Don't rush away
Rush away from your own ones
This old world is so cold,
Don't care nothing for your soul
You share with your own ones





viernes, 28 de agosto de 2015

Chesús Yuste: Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses









Chesús Yuste, editor del blog dedicado a Irlanda Innisfree1916, acaba de lanzar su segundo libro, “Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses” (Xordica Editorial, 2015). Son diez relatos con el sentido del humor irlandés como hilo conductor, que saltan de un género a otro y de un siglo a otro, pero siempre en Irlanda, desde la Tara de los druidas al Dublín del Tigre celta, pasando por la rebelión de 1916 o el conflicto del norte de Irlanda de los setenta.
Tal como dice la contraportada: «Un mensajero del Levantamiento de Pascua empapado en whiskey, la misteriosa identidad de la más importante autora de novela erótica, el inesperado encuentro en una funeraria de Belfast en los años del plomo, una noche loca de chicas en Temple Bar, un grupo de turistas que visita los acantilados de Moher buscando el origen de su pasión por Irlanda, un escándalo político en pleno milagro económico del Tigre Celta, el druida que soñaba con salvar Tara, el viaje de una enigmática neoyorquina buscando sus raíces en Ballydungael… Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses es un magnífico volumen compuesto por diez cuentos llenos de secretos y sorpresas donde el autor nos sumerge en la vida cotidiana de los pueblos y ciudades de la Irlanda eterna.
Sobre un tenue fondo dibujado por la lluvia, el alcohol y la melancolía, Chesús Yuste ofrece una mirada caleidoscópica de Irlanda en la que deja traslucir los sueños, conflictos y tradiciones de un gran país.
Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses, con su prosa llena de humor y limpia de artificio, emociona a todo aquel que ya se siente atrapado por la magia de Irlanda, e invita a quien no la conoce a dejarse seducir por sus amables tierras y gentes.»

Precisamente una de las historias titulada “El síndrome de Oisín” pretende explicar por qué amamos Irlanda. Para ello el autor se inventa una enfermedad muy saludable a caballo entre el síndrome de Stendhal y la leyenda de Oisín y el país de la eterna juventud. Pero el relato empieza ante la maravillosa visión de los acantilados de Moher. Así comienza:



Lentamente el mundo se desnudó para mí. Las nubes parecían retenidas como en una acuarela. Las salpicaduras blancas del oleaje se habían congelado por un instante. El tiempo se había detenido y en mi pecho no encontraba el aire para continuar adelante. Segundos de eternidad cuando me asomé al fin del mundo. Nunca había visto tanta belleza. Hasta que el frío viento del Atlántico me sacudió, echándome un paso atrás. Apenas alcanzaba a ver por completo ese inmenso horizonte que quería retener para siempre. El azul del cielo se mezclaba con el azul del mar, salpicado con la espuma de las olas que se lanzaban suicidas contra los peñascos que jalonaban las proximidades de la costa. A mis pies, a doscientos metros, el océano golpeaba una y otra vez la pared moldeada por las olas a lo largo de los siglos. A pesar de haber admirado ese paisaje tantas veces en fotografías, durante tantos años buscándolo en libros o en internet, la visión real resultaba aún más sorprendente. Un paisaje increíble, el más hermoso que había visto. Los acantilados de Moher.
A unos centímetros del abismo, azotada por el aire atlántico, me sentí viva, más viva que nunca. Sola en la inmensidad del planeta, aunque centenares de turistas peregrinaban alrededor disfrutando de aquella maravilla. Pero su bullicio parecía llevar sordina. Sólo escuchaba el bramar del agitado oleaje. Entonces empecé a llorar. El aire, que me habría molestado en los ojos, me engañé, supongo. Unos preciosos ojos de un azul verdoso, aunque esté mal que yo lo diga. Ojos irlandeses, solía decir. Así me falta menos para ser de allí, bromeaba con los amigos que conocían mi querencia por ese país en el que jamás había puesto los pies.
Este era mi primer viaje a Irlanda. Y estaba superando lo que había imaginado durante tanto tiempo, por exagerado que fuera. Tanta belleza me estaba dejando hechizada, repetía una y otra vez a mi familia y amigos cuando les telefoneaba al final de cada jornada.




miércoles, 12 de agosto de 2015

Oscar Wilde: El Príncipe Felíz







En la parte más alta de la ciudad, sobre una columna, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.

Estaba toda cubierta de capas de oro fino. Tenía, en vez  de ojos, dos brillantes zafiros y un gran rubí rojo relucía en el puño de su espada.

Todo el mundo la admiraba.

-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba obtener fama de conocedor en el arte-. Aunque no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.

Y realmente no lo era.

-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a gritos.

-Me alegra ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre desilusionado contemplando la estatua maravillosa.

-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños del hospicio al salir de la catedral, vestidos con sus capas escarlata y sus limpios delantales blancos.

-¿Cómo lo saben- preguntó el profesor de matemáticas- si jamás han visto uno?

-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.

Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.

Una noche voló una golondrina sin descanso hacia la ciudad.

Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.

Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.

-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.

Y el Junco le hizo un profundo saludo.

Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.

Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.

-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.

Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.

Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.

Una vez que se fueron sus amigas, se sintió muy sola y empezó a cansarse de su amante.

-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.

Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.

-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.

-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco.

Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.

-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!

Y la Golondrina se fue.

Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.

-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.

Entonces divisó la estatua sobre la columna.

-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.

Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.

-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.

Y se dispuso a dormir.

Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala,  le cayó encima una pesada gota de agua.

-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.

Entonces cayó una nueva gota.

-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar una buena chimenea.

Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota.

La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!

Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.

Su rostro era tan bello a la luz de la luna, que la Golondrina se apiadó de él.

-¿Quién eres? -dijo.

-Soy el Príncipe Feliz.

-Entonces, ¿por qué lloras de este modo? -preguntó la Golondrina-. Me has empapado casi.

-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.

«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, porque estaba demasiado bien educada para hacer una observación en voz alta sobre las personas.

-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!

-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, siempre me tiraban piedras. Claro que jamás me alcanzaban. Nosotras las golondrinas volamos muy bien y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; pero, aún así, era una falta de respeto.

Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrina se quedó apenada.

-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche contigo y seré tu mensajera.

-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.

Entonces la Golondrina arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y, llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad.

Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.

Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.

Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.

-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!

-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!

Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el gueto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.

Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre se quedado dormida de cansancio.

La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.

-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor.

Y cayó en un delicioso sueño.

Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.

-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.

Y la Golondrina empezó a reflexionar y luego se durmió. Cuando se ponía a pensar se dormía.

Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.

-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!

Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local.

Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!...

-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.

Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.

Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.

Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:

-¡Qué extranjera más distinguida!

Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.

-¿Tienes algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata. Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su cabello es negro y ondulado y sus labios rojos como una granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.

-Me quedaré otra noche contigo -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?

-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.

-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.

Y se puso a llorar.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.

Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.

El joven tenía la cabeza hundida en las manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.

-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.

Y parecía completamente feliz.

Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.

Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.

-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.

-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina.

Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.

-He venido para decirte adiós -le dijo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?

-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejarte, pero no te olvidaré nunca y la primavera próxima te traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que diste. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.

-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.

-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancarte el ojo porque entonces  quedarías ciego.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.

Se posó sobre el hombro de la pequeña vendedora de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.

-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña, y corrió a su casa muy alegre.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.

- Ahora estás ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.

-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.

-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.

Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños.

Le habló de los ibis rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.

-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.

Entonces la Golondrina voló por la gran ciudad y vio a los ricos que  festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.

Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras.

Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.

-¡Qué hambre tenemos! -decían.

-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.

Y se alejaron bajo la lluvia.

Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.

-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.

Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.

Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.

-¡Ya tenemos pan! -gritaban.

Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.

Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían.

Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.

La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.

Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.

Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.

-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitime que te bese la mano.

-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.

-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?

Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.

En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.

La coraza de plomo se habla partido en dos. Realmente hacia un frío terrible.

A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.

Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.

-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!

-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.

Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.

-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- parece un pordiosero.

-¡Parece un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.

-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un decreto prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.

Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota de aquella idea.

Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.

-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.

Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.

-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.

-O la mía -dijo cada uno de los concejales.

Y acabaron discutiendo.

-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como desecho.

Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.

-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.

Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.

-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pájaro cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.


"The Happy Prince", 
The Happy Prince and Other Tales, 1888. Cuentos de Oscar Wilde, Editorial Norma, 1996