A lo largo de estas semanas, el nombre de William Butler Yeats aparece en grabaciones, artículos, homenajes y recitales en decenas de ciudades de Estados Unidos y Europa. Con ocasión de los ciento cincuenta años de su nacimiento, Irlanda, su tierra natal, ha impreso unos sellos y una moneda con su nombre.
Es una ocasión para que millones de personas en todo el mundo recuerden los magníficos poemas de Yeats, de cuño simbolista y música de vanguardia, que lo encumbraron como uno de los escritores modernos más importantes. En una ocasión, su esposa Georgie Hyde-Leeds afirmó: “Para él, cada día que vivía era una aventura nueva. Se despertaba cada mañana, seguro de que ese día iba a ocurrir algo que nunca antes había ocurrido”.
Hijo de un pintor vinculado a los prerrafaelistas, William Butler Yeats nació el 13 de junio de 1865 en Dublín, Irlanda. Muy niño, viaja con la familia a Londres, donde su padre espera lanzar su carrera como pintor. Pronto descubre la poesía de Shelley, cuyo Prometeo Desencadenado le parece un libro sagrado. La otra gran pasión de su vida, el ocultismo y lo paranormal, lo lleva a unirse a “La Hermandad de la Aurora Boreal”.
Cuando tiene veinticuatro años, sufre una fulminación. Conoce a la bella, luminosa, extrovertida Maud Gonne, dieciocho meses menor que él. Maud se siente a gusto en su presencia pero no acepta a Yeats como novio: no participa con suficiente pasión de la causa política irlandesa y no quiere convertirse al catolicismo.
La primera vez que Yeats le propone matrimonio es en 1891. Desde entonces lo hará varias veces. Para su horror, en 1903 ella se casa con el líder revolucionario John MacBride. Él se consuela con la escritora y anfitriona Olivia Shakespear, cuya hija luego se casaría con Pound. Yeats, en su desesperación, algún día iba a declararle su amor a Iseult, la hija de su amada Maud. Es a Maud a quien finalmente le dedica sus versos: “Cuando seas vieja, gris y cansada / y cabeceando junto al fuego, tomes este libro…”
Yeats iba a seguir escribiendo, con enorme disciplina, investigando las tradiciones populares de Irlanda. En 1921, en el libro Michael Robartes and the Dancer, publica uno de los mejores poemas modernos, “La Segunda Venida” cuyo inicio citamos en versión de Marina Kohon: “Girando y girando en la espiral creciente / el halcón no puede oír al halconero / las cosas se quiebran; el centro no puede sostenerse; / sobre el mundo se suelta la anarquía absoluta.” La “ceremonia de la inocencia” y el anuncio de la “segunda venida” es una prefiguración del fin de los tiempos.
En este mundo sin un centro, Yeats mantuvo su pasión por Maud Gonne hasta que a los cincuenta y un años conoció a la joven Georgie Hyde-Leeds. El matrimonio fue feliz, a pesar de algunas infidelidades que Georgie tomó con distancia. En una ocasión, Yeats aclaró con toda seriedad que en toda relación sexual el alma permanece virgen.
Cuando recibió el Premio Nobel en 1923, lo hizo en nombre de la causa irlandesa. Murió en Francia en 1939, pero nueve años después, Sean McBride, canciller de Irlanda e hijo de Maud, dirigió el operativo que lo devolvió a su tierra natal, en Sligo. Fue su último reencuentro con ella.
Fuente: http://larepublica.pe/impresa/ocio-y-cultura/740-un-gran-poeta-irlandes
Edición Impresa del 17 de Mayo de 2015