Noel Duffy
Las Lunas
Todo el día él ha esperado que oscureciera
al tiempo que los carruajes traqueteaban por el patio
debajo de su ventana el grito de los puesteros
en el mercado llenando el aire hasta el atardecer.
Ahora todo se ha aquietado en las calles angostas
Orion trepa desde el sur y la campana de la catedral
entona la solemne nota del Angelus sobre Padua.
Él se calienta las manos con los extinguidos rescoldos de su fuego,
luego enfoca el telescopio por sobre los techos
de las casas de los mercaderes en la plaza,
bien alto por encima de su mundo de comercio e intercambio,
sus libros de balances y contadas horas.
Y como, al mirar más de cerca, el cielo estalla
en el ojo de su explorador, la noche más derrochadora
de lo que podría haberse imaginado,
las Siete Hermanas, titilando y familiares
elevándose por sobre el horizonte y Júpiter, el punto más brillante,
en lo alto de toda la oscuridad, nada hasta hacerse nítido
con las cuatro lunas fijas en su órbita,
presencias fantasmagóricas alrededor del
clima cambiante de otro planeta. Esas extrañas estaciones
que ha presenciado en los cielos pero ninguna como esta
gigante tormenta arremolinándose en la distancia, su iris de sangre
que lo busca a través de los espacios vacíos
como si fuera el ojo de Dios que lo ha encontrado
enmarcado en la ventana, su vista débil
única prueba contra toda la ignorancia y la duda
de que a veces un corazón puede perder un latido
y después, nada será lo mismo.
Traducción: Marina Kohon
The Moons
All day he has waited for the light to fade
as carts and carriages rattled by in the courtyard
below his window, the shouts of traders
in the marketplace filling the air till dusk.
Now all has grown quiet in the narrow streets
as Orion climbs from the south and the cathedral bell
intones the solemn note of the Angelus over Padua.
He warms his hands by the dying embers of his fire,
then aims his telescope above the rooftops
of the merchants’ houses on the square,
high above their world of commerce and trade,
their balanced ledgers and numbered hours.
And how, on looking closer, the sky explodes
in the viewfinder, the night more profligate
than he could’ve ever imagined it,
the Seven Sisters, shimmering and familiar,
rising above the horizon and Jupiter, brightest point
in all the darkness overhead, swims into focus
its four moons fixed in their circuits,
circling like ghostly presences across the shifting
weather of another planet. Such strange seasons
he has witnessed in the heavens but none like this
giant storm churning in the distance, its blooded iris
searching him out across the empty spaces
as though it were the eye of God that had found him
framed in this window, his failing sight
his only proof against all ignorance and doubt
that sometimes the heart can miss a beat
and is never quite the same after.
In the Library of Lost Objects
Published by Ward Wood Publishing, 2011
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