lunes, 23 de septiembre de 2013

Tiffany Atkinson: Dos Poemas









Madre en Sueños

Mi madre en sueños, vestida
como una refugiada con estampillas raras
donde van los ojos, dice con voz televisiva
bueno, muchacha, ¿por qué tardaste? Su frente
franqueada por el dolor cuando lamo sus párpados
para cerrarlos y la devuelvo por la ranura
de la casa de dos pisos
donde mi madrastra cruje con la estática,
las piernas cruzadas, purificada y al borde del inminente
parto. Tengo que devolver la piel de mi madre,
el lento cirílico de su mano iletrada.
Despertar enredada en ese cordón, o ahogarme
con las palabras que no lo van a cortar.


Tiffany Atkinson, El hombre cuya mano izquierda pensaba que era un pollo, Ediciones Gog y Magog, 2013
Versión: Inés Garland


Mother in Dreams


My mother in dreams, dressed
like a refugee with penny-blacks where
her eyes should be, says in a TV voice
now, girl, what took you? Her forehead
franked with hurt as I licked her eyelid
shut and double her back through the tight
slit of the two-up-two-down-town-house
where my stepmother crackles with static,
cross-legged, purified, and fat with inminent
delivery. Must return my mother's skin,
the slow Cyrillic of that unschooled hand.
Wake tangled in that cord, or choke
on words that just won't cut it.




Filología

Primero escribes de cómo el calor
se parece a otro cuerpo sobre tu espalda:
vas perdiendo años cada día por los minerales.
Te enseñan a tomar Coca Cola con sal
para la transpiración.
                        Algunas cosas parecen estar cerca de casa —
siempre hay alguien a la pesca de algo nuevo
que decir sobre la luna, y todos crían pollos,
pero no puedes conseguir manteca, y no importa si tienes papel europeo
y el lenguaje es un campo minado.
                                    Dieciséis sustantivos
para sostener las formas que la explosión hace del espacio ciudadano:
todos provenientes de los nombres de artistas antiguos. Un Instituto
que gestiona la retórica del dolor. Sus eruditos
están eximidos del servicio, pero (Dios mío)
son estrechos. Para llegar al piso superior debes subir
con bestial dolor, a través de los monótonos, nivelados
directivos mediocres del trauma,
hasta el panóptico de vidrio triple donde los complots de
profesores universitarios apuntan a un sufrimiento tan delicado que
se lo puede silbar con  labios cerrados. Para oir este lenguaje
hay que acercarse tanto a un hombre que puede besarte
o cortar tu cuello.
                        No encuentras ninguna palabra para costa,
porque todo lo que hueles es sal al anochecer. Y
perdiste tu DNI en una escaramuza en los archivos
y por lo tanto deberás caminar hacia el interior. La carta
que entregaron durante diecinueve días dice, con subrayado,
cuánto [intraducible] extrañas a las malditas gaviotas,
pavoneándose alrededor sin papeles. Y tormentas de estorninos,
sobre el embarcadero en la segura, segura Aberystwyth.




Tiffany Atkinson, de El Hombre cuya mano izquierda pensaba que era un pollo, Ediciones Gog y Magog, 2013

Version de Silvia Camerotto



Philology

First, you write how heat
is like another body on your back:
you’re losing years each day by way of minerals.
They teach you to drink Coke with salt in
for the sweating.
                        Certain things seem close to home—
there’s always someone on the hunt for something new
to say about the moon, and everyone keeps chickens,
but you can’t get butter, never mind  a European paper,
and the language is a minefield.
                                                Sixteen nouns
to hold the shapes explosion makes of civic space:
all derived from ancient artists’ names. An Institute
which manages the rhetoric of pain. Its scholars
are exempt from service but (dear god)
they’re thin. To reach its top floor you must climb
from brute hurt, through the drab, split-
leveled middle-management of trauma,
to the triple-glazed panopticon where dons
plot points of suffering so fine they’re whistled
through closed lips. To hear that language
is to lean so closely in a man might kiss
or cut your throat.
                        You find no word for coast,
for all that you smell salt at nightfall. And
you’ve lost your ID in a skirmish at the archives
so you’ll have to trek inland. The letter
handed round for nineteen days says, underlined,
how [untranslatable] you miss the bloody seagulls,
strutting round sans papiers. And starling-storms,
above the pier in safe, safe Aberystwyth. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario