jueves, 27 de julio de 2023

Despidiendo a Sinéad O'Connor

















Ayer, 26 de julio de 2023, murió la cantante, música y compositora irlandesa Sinéad  O'Connor, ganadora de un Grammy. Muchos recordamos cuando en el programa Saturday Night Fever, al que concurrió como invitada el 3 de octubre de 1992, cantó a capella la canción War de Bob Marley y cambió la palabra "racismo" por "abuso de menores", luego rompió en pedazos una foto del Papa Juan Pablo II mientras miraba a la cámara y dijo "lucha contra el verdadero enemigo" (fight the real enemy) y arrojó los pedazos hacia la cámara. Luego de ese episodio fue abucheada en varios escenarios, hubo varias destrucciones públicas de sus discos y varias estaciones de radio se negaron a reproducir sus canciones.

Los 90s fueron años en los que se comenzaron a destapar los abusos dentro de la Iglesia Católica, y muchas personas en ese momento, no entendieron su denuncia. Ella fue mucho más que esa noche en el programa, fue una cantante dueña de una hermosísima y poderosa voz, autora de numerosos temas, y contribuciones musicales para el cine. Lanzó diez álbumes de estudio, muchos de ellos tuvieron éxito internacional, otros fueron disco de oro en Irlanda, el single "Nothing compares 2U" fue nombrado el tema número uno mundial en 1990 por los Billboard Music Awards. Se presentó en varios conciertos benéficos. 
Sinéad dijo: "Soy  frágil. No soy un cocodrilo de zoo". Su franqueza traspasó los cánones, denunció también el sexismo en la industria de la música, dijo lo que otros no se animaban en la red. Habló de su enfermedad mental, el trastorno bipolar.

El 2022 se llevó a su hjo Shane y los hilos que la sostenían, se debilitaron aún más. La profunda tristeza que vimos en el icónico video de Nada se compara a tí, las lágrimas que derramó son el símbolo de la integridad de Sinéad, de su incansable compromiso para defender las cosas en las que creía.

Acá va la letra de la canción que en el 2009 le escribió Kris Kristofferson. 
La tristeza por el mundo, la rebeldía, la profundidad y la valentía junto con la belleza de su voz es lo que nos deja, como un diamante raro, Sinéad, única.


Marina Kohon




I'm singing this song for my sister Sinead
Concerning the god awful mess that she made
When she told them her truth just as hard as she could
Her message profoundly was misunderstood

There's humans entrusted with guarding our gold
And humans in charge of the saving of souls
And humans responded all over the world
Condemning that bald headed brave little girl

And maybe she's crazy and maybe she ain't
But so was Picasso and so were the saints
And she's never been partial to shackles or chains
She's too old for breaking and too young to tame

It's askin' for trouble to stick out your neck
In terms of a target a big silhouette
But some candles flicker and some candles fade
And some burn as true as my sister Sinead

And maybe she's crazy and maybe she ain't
But so was Picasso and so were the saints
And she's never been partial to shackles or chains
She's too old for breaking and too young to tame.



domingo, 16 de julio de 2023

Paula Meehan: Cenizas



Cenizas


La marea avanza; la marea retrocede otra vez

lavando en la playa lo que la tormenta 

arrojó. Donde había rocas, hay arena hoy,

donde había arena ayer, hoy rocas desnudas.


Entonces pienso adónde habrán recalado 

sus restos mortales, en su forma trasmutada,

un año ya desde que fueron arrojados por mis manos

-queriendo parar el reloj inexorable.


Ella que murió por su propia mano, no puede saber

el amor simple que siento por las cosas que dejó atrás.

No pude salvarla. No pude ni siquiera 

tratar. Veo la furia con la que el viento sopla

la vida hacia la vela suelta: el

insistente alabeo contra la trama

empuja a la embarcación detenida hacia afuera.


Paula Meehan, From The Wake Forest Book of Irish Women's Poetry by Peggy O'Brien. 2012.

Versión: Marina Kohon


Ashes

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The tide comes in; the tide goes out again
washing the beach clear of what the storm
dumped. Where there were rocks, today there is sand;
where sand yesterday, now uncovered rocks.

So I think on where her mortal remains
might reach landfall in their transmuted forms,
a year now since I cast them from my hand
—wanting to stop the inexorable clock.

She who died by her own hand cannot know
the simple love I have for what she left
behind. I could not save her. I could not
even try. I watch the way the wind blows
life into slack sail: the stress of warp against weft
lifts the stalling craft, pushes it on out.

 

jueves, 6 de julio de 2023

Eduardo Cormick: Un relato de Las huellas del olvido

 





VENDIMIA AMARGA


Dejaremos esta casa. Cerraré el portón del taller y llevaré mis herramientas. Los

campos verdes y húmedos, las colinas floridas estarán sembradas de casas

fantasmales como ésta. Los vecinos también se irán, porque aquí sólo crece la

propiedad de los señores ingleses y el hambre de nuestras familias.

Cargaremos nuestros bienes en baúles y los llevaremos. No dejaremos nada que

podamos llevar con nosotros. No le deberemos nada a nadie. Mi oficio servirá allá

como fue útil acá, ya lo verás.

Usaremos la ropa que has cosido para nosotros y para los niños. Pronto tendremos

dinero suficiente para cambiar todos nuestros trajes por otros, nuevos y a la moda.

Ocuparemos asientos en el tren, comeremos un poco del budín que lleves en la

canasta. Preguntaremos a los vecinos del coche si también ellos van al puerto, si ellos

también van a embarcarse, mientras la locomotora bufa rumbo a Cork. Los niños

preguntarán cómo es un barco. ¿Cómo es un barco?

+++

Conoceremos el barco al llegar a puerto. Allí estará el Dresden esperándonos para

abordar. Treparemos la rampa tomados de la mano y escucharemos la voz que nos

indicará dónde deberemos ubicarnos. Tercera clase, nos dirá con voz aburrida.

Navegaremos veinte días y noches a través del mar. Veremos salir el sol y lo

veremos esconderse. La luna nacerá en el mar y se mezclará con las estrellas.

Cantarás baladas en las noches y los pasajeros harán los coros. Preguntaremos

también a nuestros camaradas de viaje qué saben de ese lugar al que viajaremos.

Nos mostrarán cartas de sus parientes, que contarán cómo se multiplican las ovejas

y que para atravesar un campo hay que viajar un día entero.

Dirán que al llegar al puerto de Buenos Aires nos estarán esperando para llevarnos a

unos campos hacia el norte, donde crecen las familias, los ganados y cultivos de

suizos y lombardos. Ahí, como ellos, sembraremos trigo; criaremos vacas, caballos,

ovejas. Seremos agricultores como nuestros abuelos y multiplicaremos, como ellos,

cereales y ganado.

Como cualquier pueblo, esa colonia agrícola necesitará un carpintero. Serán

cuatrocientas familias, cuatrocientas mesas con sus bancos. Serán cuatrocientas

camas, porque todos los esposos querrán tener su cama. Serán las camas para sus

hijos porque un día harán cama para ellos. Habrá que poner ventanas en las casas, y

puertas.

Nos ofrecerán cuarenta hectáreas para cada familia. ¿Cuántos acres son cuarenta

hectáreas? ¿Serán cien acres? ¿Quién de nosotros podría tener cien acres en nuestro

país? Todas nuestras cuentas serán distintas con cien acres. Nos darán bolsas de

semillas para la primera siembra, algunas cabezas de ganado que crecerá con nuestro

trabajo.

Llegaremos al puerto de Buenos Aires que nos recibirá con calor y humedad que

nadie podría aventurar como real. Nos arrinconarán en un galpón inmenso al que

llaman Hotel de Inmigrantes y nos informarán que serán otros los planes. Que ya no

iremos hacia el norte sino rumbo al sur, donde nos espera una colonia vitícola.

Cuatrocientas millas al sur. Será más lejos que ir de Cork a Derry, si alguien alguna

vez pensara en hacer ese viaje.

¿Qué habrá de los cien acres de tierra para cultivar? ¿Habrá semillas?

Nos visitará un caballero que dirá con entusiasmo que también es irlandés por parte

de madre; aunque nació en Boston eligió venir a esta tierra tan fecunda. Lo

acompañará una comisión de caballeros británicos que confirma que nos será dado

todo lo prometido, tal vez más: cada día, una ración de leche, un kilo de carne, pan,

harina, dos onzas de arroz, media onza de sal. Cada mes, dos kilos de jabón, cuatro

de un té que beben en esa tierra, un kilo de tabaco, ocho hojas de papel, tal vez café,

una onza de azúcar y leña para cocinar y darnos calor. ¿Quién necesitará leña si nos

pasamos transpirando día y noche?

Nos llevarán a una estación ferroviaria donde montaremos un tren que se parece al

nuestro; ya nos sentiremos un poco mejor. Todo comenzará a resultarnos familiar.

Nuestros hijos abrirán los ojos para tragarse cada metro de esos campos con un

horizonte que no se termina nunca. Las estaciones de ferrocarril serán como las de la

isla; pensamos que sólo falta que la gente hable nuestro idioma y cuando el guarda de

tren pasa a controlar los pasajes habla como nosotros. Habremos encontrado el lugar

en el que soñamos pasar nuestros días. Llegará la noche atravesando esa planicie

desnuda, en la que Dios no ha puesto un árbol y sólo el ferrocarril pone una estación

cada diez millas, rodeada de extensa nada.

Al amanecer, el padre Mathew descubrirá el comienzo de una suave ondulación del

terreno; en un punto increíblemente lejano una sombra azul crece contra el cielo y

llamará a eso Cura Malal. Nos reiremos. Serán raras las palabras que escuchemos en

estos nuevos días.

Nos apearemos en una de esas estaciones en medio de la planicie. Habrá un cartel

que nos dirá que estamos en Napostá; reiremos otra vez. Habremos llegado.

¿Habremos llegado?

Nos esperarán para llevarnos en unos carretones tirados por bueyes, marcharemos

por caminos que sólo verán los animales y el hombre que los conduce, silencioso

como un buey, en ondulantes colinas de arena. ¿Será como el desierto que les tocó

atravesar a José y María con el Niño? ¿Así será un desierto? Sabremos que no lo es

porque veremos a un lado la línea del ferrocarril. El señor norteamericano que

administra la colonia nos dirá que pronto tendremos una estación de ferrocarril para

nosotros, y que eso se llamará La Vitícola.

¿Quién de todos los que viajaremos en el tren hacia Napostá con su nombre tan

simpático, sobre las carretas hacia La Vitícola, sabrá cómo se cuida una vid?

+++

Agradeceremos por las tiendas para protegernos del sol del verano, la lluvia del otoño, el frío del invierno. Agradeceremos por las bolsas con comida. Preguntaremos cuándo llegarán las maderas para construir las casas; cuándo llegarán los animales para criar y los esquejes para implantar las vides. Preguntaremos cómo se cultiva la vid, y ¿cuándo nos darán los prometidos mil pesos?

Preguntaremos al padre Mathew por qué se irá; ¿dónde se irá? ¿Sudáfrica? Preguntaremos quién se ocupará de nosotros. Cuándo llegará alguien de aquella comisión británica que nos prometió tanto. Cuándo volveremos a ver a ese simpático caballero nacido en Boston. A quién preguntaremos, si no habrá nadie que nos visite en la colonia.

Buscaremos un lugar en el que sepultar a los niños que se nos morirán por el hambre y las diarreas. Buscaremos un camino para salir de allí de algún modo. Trataremos de caminar rumbo a la estación Napostá, porque la hermosa estación La Vitícola no tendrá jefe ni se detendrá un tren junto a sus andenes.

Caminaremos tal vez hacia el norte, donde creeremos que está Buenos Aires, o hacia el sur, donde están levantando, entre médanos y arroyos, una ciudad llamada Bahía Blanca.

Preguntaré a un hombre que pasará junto a nosotros en el camino cómo podré hacer para salir de este lugar maldito. Me mirará desde la altura de un enjaezado caballo negro, antes de decirme que sí, que este es el Huecuvú Mapú, el país del diablo, y echar a reír sobre el repentino galope del potro endemoniado.

Ya no me quedarán motivos para reír.


Las huellas del olvido. (Relatos). Buenos Aires, El Bien del Sauce edita, 2022, 150 pag.