Una Infancia
Navideña
Un lado de los
surcos de papas estaba blanco de nieve-
¡qué hermoso era
eso, qué hermoso!
Y cuando poníamos
nuestros oídos sobre el poste del cerco
la música que
emitía era mágica.
La luz entre los
almiares de heno y paja
era un hueco en el
tejado del Cielo. Un árbol de manzanas
con su Diciembre
–destellos de fruta que vimos-
o tú, Eva, eran el
mundo que me tentaba.
¡Alimentarse del
conocimiento que crecía en la arcilla
y dar muerte al
germen que crecía en él! De vez en cuando
puedo recordar algo
del Jardín
de la felicidad que
era la infancia. Otra vez.
Las huellas del
ganado hasta el bebedero,
una piedra verde de
lado sobre una acequia,
o cualquier imagen
usual, la cara transfigurada
de la belleza que
el mundo no tocaba.
II
Mi padre tocaba la
melódica
al lado de nuestra
cerca;
había estrellas en
la mañana hacia el este
que danzaban con su
música.
A través de los
pantanos salvajes su melódica llamaba
a los Lennons y a
los Callans.
Me puse los
pantalones con apuro
porque supe que
algo extraño había pasado.
Afuera, en el tambo
mi madre
tocaba la música
del ordeñe;
la luz de su
lámpara de establo era una estrella
que la escarcha de
Belén hacía parpadear.
Una gallareta
chillaba en el pantano,
un grupo iba a pie
aplastaban el
aguanieve de los baches,
alguien tristemente
giraba los fuelles de un carro.
Mi niño poeta
elegía las letras
sobre la piedra
gris,
en plata la
maravilla de una Navidad pueblerina,
el guiño brillante
de un amanecer escarchado.
Cassiopeia colgaba
sobre
la Colina empinada
de Cassidy,
miré y tres cardos
rusos rodaban
en el horizonte-
los Tres Reyes Magos.
Un hombre viejo que
pasaba dijo:
“no puede hacerla
hablar”-
la melódica, me
escondí en la entrada
y ajusté la hebilla
de mi saco con tablas.
Hice seis muescas
en el poste del correo
con la gran
cuchilla de mi navaja-
tenía una para
cortar tabaco.
Y yo había vivido
seis Navidades.
Mi padre tocaba la
melódica,
mi madre ordeñaba
las vacas,
y yo tenía una
plegaria como una rosa blanca prendida
en la blusa de la
Virgen María.
Nota: El poema consiste de dos partes. La primera fue escrita en 1943 y la segunda en 1940.
A Christmas Childhood
I
One side of the potato-pits was white with frost –
How wonderful that was, how wonderful!
And when we put our ears to the paling-post
The music that came out was magical.
The light between the ricks of hay and straw
Was a hole in Heaven’s gable. An apple tree
With its December-glinting fruit we saw –
O you, Eve, were the world that tempted me.
To eat the knowledge that grew in clay
And death the germ within it! Now and then
I can remember something of the gay
Garden that was childhood’s. Again.
The tracks of cattle to a drinking-place,
A green stone lying sideways in a ditch,
Or any common sight, the transfigured face
Of a beauty that the world did not touch.
II
My father played the melodeon
Outside at our gate;
There were stars in the morning east;
And they danced to his music.
Across the wild bogs his melodion called
To Lennons and Callans.
As I pulled on my trousers in a hurry
I knew some strange thing had happened.
Outside in the cow-house my mother
Made the music of milking;
The light of her stable-lamp was a star
And the frost of Bethlehem made it twinkle.
A water-hen screeched in the bog,
Mass-going feet
Crunched the wafer-ice on the pot-holes,
Somebody wistfully twisted the bellows wheel.
My child poet picked out the letters
On the grey stone,
In silver the wonder of a Christmas townland,
The winking glitter of a frosty dawn.
Cassiopeia was over
Cassidy's hanging hill,
I looked and three whin bushes rode across
The horizon - the Three Wise Kings.
An old man passing said:
"Can't he make it talk" -
The melodion, I hid in the doorway
And tightened the belt of my box-pleated coat.
I nicked six nicks on the door-post
With my penknife's big blade -
There was a little one for cutting tobacco.
And I was six Christmases of age.
My father played the melodion,
My mother milked the cows,
And I had a prayer like a white rose pinned
On the Virgin Mary's blouse.
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