" Me asombra lo poco que ha cambiado en los más de cincuenta años transcurridos desde la última vez que estuve aquí. Me asombra, y me decepciona, e incluso diría que me aterra, por razones que se me hacen oscuras, pues ¿por qué iba a desear algún cambio, yo, que he vuelto para vivir entre los escombros del pasado? (...) Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una acción y una afirmación inagotables, la voluntad embistiendo con su cabeza roma contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que la mayor parte de mis energías se dedicaron siempre a la simple búsqueda de cobijo, de comodidad, de sí, lo admito, un rincón acogedor. Comprenderlo se me hace sorprendente, por no decir escandaloso. Antes me veía como una especie de bucanero que se enfrentaba a todo el que se me ponía a tiro con un alfanje entre los dientes, pero ahora me veo obligado a reconocer que me engañaba. Esconderme, protegerme, guarecerme, eso es lo único que realmente he querido siempre, amadrigarme en un lugar de calor uterino y quedarme allí encogido, oculto de la indiferente mirada del sol y de la severa erosión del aire. Por eso el pasado supone para mí un refugio, allí voy de buena gana, me froto las manos y me sacudo el frío presente y el frío futuro. "
John Banville nació en Wexford, Irlanda, en 1945. Autor de novelas comoImposturas, El libro de las pruebas, Mefisto y La carta de Newton, y de biografías como Copérnico y Newton, es, en palabras de George Steiner, ‘el escritor de lengua inglesa más inteligente, el estilista más elegante’. Su novela The sea ha ganado el Premio Booker 2005. También escribe novela negra con el seudónimo Benjamin Black, a quién considera el trabajador, mientras él sería el artista.
Ha sido comparado con Nabokov y reconoce la influencia del Joyce de Dublineses. Dice odiar todos sus libros y no leer las críticas, aunque es un género que también practica.
“Si pregunta por el significado del mar en mi novela, puedo decirle que es muy simple: el mar es el entorno en el que pasé tantos veranos cuando era niño. Sinceramente, quise que el ritmo del mar estuviera en mi prosa, y algunos han sido bastante amables diciendo que lo logré.”
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