sábado, 23 de marzo de 2013

Sebastian Barry: On Canaan's Side








Poeta, novelista, y dramaturgo, Sebastian Barry, (dato curioso) no aprendió a escribir ni a leer hasta los nueve años.
Barry recuperó las voces perdidas  de su propia familia y las usa para explorar facetas
del atribulado pasado de Irlanda; escribe sobre fracturas en las relaciones familiares, peleas locales
y lealtades tribales en libros tales como The Secret Scripture.
Es considerado como uno de los mejores  escritores de la isla por su fino estilo.
Canaan's Side (Faber and Faber)  es una historia de amor , pérdida y lazos familiares a lo largo de un siglo, que comienza cuando la narradora-heroína Lilly Bere se escapa desde Irlanda hacia América con su prometido, sobre quien pesa una sentencia de muerte del IRA. Luego mayor, Bere mira su vida y reflexiona sobre ella.


Algunos extactos:

Ninguna otra cosa en el mundo me habría empujado a escribir. Odio escribir, odio las plumas, el papel y todas esas manías. Y me las he arreglado bastante bien sin ellas, creo. Bueno, en realidad me estoy mintiendo. Escribir me ha dado miedo, ya que hasta los ocho años apenas era capaz de escribir mi nombre. Las monjas de Great George's Street no se mostraron demasiado comprensivas al respecto. Pero en ocasiones los libros me han salvado, ésa es la verdad. Han sido mis buenos samaritanos. Los libros de cocina cuando aprendía mi oficio. Huy, hace muchos años de eso, aunque últimamente todavía me sorprendo de vez en cuando, eso es cierto, consultando mi gastado ejemplar del Libro de Cocina de la Casa Blanca para refrescar algún detalle esquivo. No hay buen cocinero que no haya encontrado un error hasta en su libro de recetas favorito y lo haya anotado en los márgenes, como si fuera un libro antiguo, tal vez de la biblioteca perdida de Alejandría. Algunas veces leo el periódico de los domingos de cabo a rabo. Lo consumo entero como una llama viva. En otros estados de ánimo, menos habituales, me gusta mucho la Biblia. Con la Biblia ocurre como con algunas músicas, que  no siempre entiendes la melodía. A mi nieto Bill también le gustaba la Biblia, se especializó en desmenuzar el Apocalipsis. Decía que así era el desierto, Kuwait, ardiendo sin parar como el lago de fuego. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Me gustan las historias que cuentan otras personas, ocurrencias salidas de su propia boca, o gob, como diríamos en Irlanda. Historias desenfadadas, improvisadas, divertidas. No los relatos apesadumbrados de la historia.
Y he tenido historia suficiente para toda una vida en la mía propia...




Tengo frío, aunque hace el calor propio de principios de verano. Tengo frío porque no me encuentro el corazón.




El mero consuelo del agua es un gran consuelo. Nos envuelve delicadamente con su aire salado y aromático, vestimentas sutiles que alivian el alma afligida. Sí, creo que el alma humana es una cosa muy frágil y que, me temo, no ha evolucionado demasiado. es una noción vaga y frágil que ni siquiera tiene un asiento claro en el cuerpo. Y sin embargo es la única cosa que tenemos que Dios medirá.




Incluso aquí sentada sin saber quién soy, imagino que, como cualquier otra persona en situación de duelo, tengo el corazón roto, pero aún así, en el centro de todo, en el corazón de las cosas, casi fuera del alcance puedo escuchar cómo habita mi amor por Willie, igual que el calor en un baño María. La cosa más cuidadosamente guardada en un cajón puede en ocasiones ser la más difícil de encontrar. Está fuera de nuestro alcance, sí, pero sigue ahí.




Y la oscuridad era tan oscura que me pareció que fuera luz, aunque no lo era, era una oscuridad que yo entendía muy bien, las entrañas de algo, como pepitas, como huesos, poemas ásperos y objetos de Dios que Dios tiene a buen recaudo, que guarda como un secreto maravilloso, casi egoísta, avariciosamente, pero ¿quién puede culparle? La oscuridad se envolvía sobre sí misma como niebla en miniatura, giraba, giraba y avanzaba y, súbitamente enmarcada en gran claridad y grata sencillez, se convertía en una criatura danzando, danzando despacio, su collar tachonado de joyas de cristal despidiendo oscuros destellos, danzando, danzando. La ágil silueta de un oso.





La verdad lo es todo. No la tenemos, no sabemos cómo llegar a ella, no la poseemos, sino que Dios nos abofetea con ella como si fuera una orden judicial cuando estamos sin aliento a las puertas del cielo. Está por completo fuera de nuestro alcance, la verdad, la condenada verdad, pero es todo.



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