miércoles, 10 de julio de 2013

Luisa Futoransky: El Loro de Irlanda





El loro de Irlanda

A Lik


En la pensión rasposa me sirven el huevo frito con forma de corazón.

Es Dublin.

Estrecho pero tenaz,

el Liffey tan verde, tan amargo, serpentea.

Las comisuras de los labios degustaron la última línea de cerveza.

La camarera regresa a casa

que no es Tiflis donde fue banquera diez años

sino este suburbio impronunciable

pródigo en kas, intolerancia y sonidos guturales.


En Dublin amanece primavera

en las ovejas recién paridas y los tojos estirados a más no poder.

Y sollocé ante la abrumadora belleza del Niño rubicundo del Ucello.


Para dormir atiborrarse de mística

porque la noticia es el nuevo evangelio de los seguidores del Iscariote,

donde, según la fuente,

el propio Cristo predijo a Judas,

"sacrificarás al hombre que encarno".


El franciscano que me bendice desde su eczema

porque es domingo de ramos

cuenta que estuvo 40 años en wonderful zimbabwe

y declara que el susodicho gospell es falso,

falso, falso oh yes


Mi Ucello de su cielo se encoge de hombros:

- ¡qué pero qué nos importa!

Seguí caminando por la línea de la vida,

sin apuro, nena, pero seguí.


Gracias por el resplandor,

por los leprechauns tan traviesos

que por fuera desordenan las cacerolas

y por dentro los sueños más densos.


Siempre con estrépito.

Anacrónico, el granizo confunde a los junquillos del lindero.

Soy torcaza migradora y querendona y mi corazón se merece el oro de Irlanda.

Tomé contacto por primera vez con el arpa irlandesa

en una pesadilla antigua y cochambrosa:

Arpas innúmeras tocaban al unísono

lamentándose de algo que hasta hoy mejor no saber.


Un baturrillo de osamentas martirizadas, cruces, cadenas de hierro y de oro,

maderamen podrido de celtas, druidas y vikingos

abonan la capa más insensata de esta tierra.

El tesoro que custodian los leprechauns es ilusorio

porque a las pocas horas se evapora.

¿Y qué nos queda entre las manos?

Tomar el pulso con delicadeza al trébol y auscultar

Auscultar el cielo


Luisa Futoransky, Inclinnaciones, Leviatán, 2006



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