lunes, 10 de septiembre de 2012

Cad Goddeu, La Batalla de los Árboles







CAD GODDEU - BATALLA DE LOS ARBOLES 


Las copas de las hayas
han retoñado recientemente,
se han cambiado y renovado
de su estado marchito.
Cuando el haya prospera
con hechizos y letanías
las copas de los robles se enmarañan
y hay esperanza para los árboles.
He despojado al helecho,
con el que descubrí todos los secretos,
el viejo Math ap Mathonury
no sabía más que yo.
Con nueve clases de facultades
Dios me ha dotado:
soy fruto de frutos recogidos
de nueve clases de árboles:
ciruelo, membrillo, arándano, morera,
frambuesa, peral,
cerezo negro y blanco
con el serbo en mí participan.
Desde mi sede en Fefynedd,
una ciudad que es fuerte,
observé los árboles y las cosas verdes
que se apresuraban.
Apartándose de la felicidad
se disponían a asumir
las formas de las principales
letras del alfabeto.
Los viajeros se asombraban,
los guerreros se espantaban
ante la renovación de conflictos
como los que causó Gwydion;
Bajo la raíz de la lengua
una lucha sumamente terrible,
y otra furiosa
detrás, en la cabeza.
Los alijos de la primera fila
iniciaron la refriega.
El sauce y el fresno silvestre
tardaron en ordenarse.
El acebo, verde oscuro,
tomó una actitud resuelta;
está armado con muchas puntas de lanza
que hieren la mano.
Con el pisotear del rápido roble
cielo y tierra resuenan;
«Recio Guardián de la Puerta»
es su nombre en todas las lenguas.
 
Grande era el árgoma en la batalla,
y la hiedra en su flor;
el avellano era el árbitro
en ese tiempo encantado.
Tosco y salvaje era el abeto,
cruel el fresno,
no se desvía la medida de un pie,
golpea directamente en el corazón.
El abedul, aunque muy noble,
tardó mucho en armarse,
pero no fue por cobardía,
sino por su gran tamaño.
El brezo consolaba
a la gente exánime,
los álamos de larga resistencia
sufrían mucho en la lucha.
Algunos de ellos eran expulsados
del campo de batalla
a causa de lo agujeros hechos en ellos
por la fuerza del enemigo.
Muy airada estaba la vid 
cuyos secuaces son los olmos;
yo la elogio mucho ante
los gobernantes de los reinos.
Fuertes caudillos eran el endrino
con su fruto nocivo,
el espino blanco no amado
de naturaleza parecida,
la caña que persigue velozmente,
la retama con su cría,
y la hiniesta que no se comportó bien
hasta que la domaron.
El tejo que desparrama dotes
estaba malhumorado al margen de la lucha,
con el saúco lento para arder 
entre fuegos que chamuscan,
y la bendita manzana silvestre
riendo de orgullo
desde el Gorchan de Moelderw
junto a la roca.
Resguardados se quedan
el ligustro y la madreselva,
inexpertos en la batalla,
y el pino cortesano.
Pero yo, aunque menospreciado
porque no era grande,
combatí, árboles, en vuestra formación
en el campo de Goddeu Brig.

Robert Graves, La Diosa Blanca
Gramática Histórica del Mito Poético
Alianza Editorial



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