viernes, 28 de agosto de 2015

Chesús Yuste: Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses









Chesús Yuste, editor del blog dedicado a Irlanda Innisfree1916, acaba de lanzar su segundo libro, “Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses” (Xordica Editorial, 2015). Son diez relatos con el sentido del humor irlandés como hilo conductor, que saltan de un género a otro y de un siglo a otro, pero siempre en Irlanda, desde la Tara de los druidas al Dublín del Tigre celta, pasando por la rebelión de 1916 o el conflicto del norte de Irlanda de los setenta.
Tal como dice la contraportada: «Un mensajero del Levantamiento de Pascua empapado en whiskey, la misteriosa identidad de la más importante autora de novela erótica, el inesperado encuentro en una funeraria de Belfast en los años del plomo, una noche loca de chicas en Temple Bar, un grupo de turistas que visita los acantilados de Moher buscando el origen de su pasión por Irlanda, un escándalo político en pleno milagro económico del Tigre Celta, el druida que soñaba con salvar Tara, el viaje de una enigmática neoyorquina buscando sus raíces en Ballydungael… Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses es un magnífico volumen compuesto por diez cuentos llenos de secretos y sorpresas donde el autor nos sumerge en la vida cotidiana de los pueblos y ciudades de la Irlanda eterna.
Sobre un tenue fondo dibujado por la lluvia, el alcohol y la melancolía, Chesús Yuste ofrece una mirada caleidoscópica de Irlanda en la que deja traslucir los sueños, conflictos y tradiciones de un gran país.
Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses, con su prosa llena de humor y limpia de artificio, emociona a todo aquel que ya se siente atrapado por la magia de Irlanda, e invita a quien no la conoce a dejarse seducir por sus amables tierras y gentes.»

Precisamente una de las historias titulada “El síndrome de Oisín” pretende explicar por qué amamos Irlanda. Para ello el autor se inventa una enfermedad muy saludable a caballo entre el síndrome de Stendhal y la leyenda de Oisín y el país de la eterna juventud. Pero el relato empieza ante la maravillosa visión de los acantilados de Moher. Así comienza:



Lentamente el mundo se desnudó para mí. Las nubes parecían retenidas como en una acuarela. Las salpicaduras blancas del oleaje se habían congelado por un instante. El tiempo se había detenido y en mi pecho no encontraba el aire para continuar adelante. Segundos de eternidad cuando me asomé al fin del mundo. Nunca había visto tanta belleza. Hasta que el frío viento del Atlántico me sacudió, echándome un paso atrás. Apenas alcanzaba a ver por completo ese inmenso horizonte que quería retener para siempre. El azul del cielo se mezclaba con el azul del mar, salpicado con la espuma de las olas que se lanzaban suicidas contra los peñascos que jalonaban las proximidades de la costa. A mis pies, a doscientos metros, el océano golpeaba una y otra vez la pared moldeada por las olas a lo largo de los siglos. A pesar de haber admirado ese paisaje tantas veces en fotografías, durante tantos años buscándolo en libros o en internet, la visión real resultaba aún más sorprendente. Un paisaje increíble, el más hermoso que había visto. Los acantilados de Moher.
A unos centímetros del abismo, azotada por el aire atlántico, me sentí viva, más viva que nunca. Sola en la inmensidad del planeta, aunque centenares de turistas peregrinaban alrededor disfrutando de aquella maravilla. Pero su bullicio parecía llevar sordina. Sólo escuchaba el bramar del agitado oleaje. Entonces empecé a llorar. El aire, que me habría molestado en los ojos, me engañé, supongo. Unos preciosos ojos de un azul verdoso, aunque esté mal que yo lo diga. Ojos irlandeses, solía decir. Así me falta menos para ser de allí, bromeaba con los amigos que conocían mi querencia por ese país en el que jamás había puesto los pies.
Este era mi primer viaje a Irlanda. Y estaba superando lo que había imaginado durante tanto tiempo, por exagerado que fuera. Tanta belleza me estaba dejando hechizada, repetía una y otra vez a mi familia y amigos cuando les telefoneaba al final de cada jornada.




2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Marina. Un honor aparecer en tu blog.
    Besos.
    Chesús

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  2. Siempre es un gusto contribuir a tener a los lectores argentinos al tanto de tus publicaciones. Abrazo.

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