jueves, 13 de marzo de 2014

Demonios, hechizos y hadas pueblan las leyendas celtas, que Yeats trasladó a sus «Mitologías» (Acantilado). ABC Cultural las relee al hilo de la relación que unió al poeta irlandés con Eliot



William Butler Yeats (left) and T S Eliot (right) at a luncheon given by Kenneth Ballard Murdock in c 1925.



A T. S. Eliot, que no debía de ser una persona con muy buen humor, le inquietó siempre el mundo fantasmagórico del irlandés B. W. Yeats. Contravenía sus creencias religiosas y sus principios poéticos. Cuando Ezra Pound, durante unos pocos años secretario del autor de El crepúsculo celta, los presentó, Yeats no paró de hablar de sus mitologías.Eliot lo escuchó con la cara desencajada por el horror. Además, la verborrea del de Sandymount le impidió expresar al de Missouri nacionalizado británico lo que este último entendió como prepotencia por parte del maestro. Ya el joven Eliot, por aquel entonces, se consideraba algo más que un discípulo.
Durante un tiempo, este contacto fallido los separó física e intelectualmente, pero tiempo después el Nobel de 1948 se reconciliaría con el del 1923. Yeats era más de dos décadas mayor que Eliot y esa diferencia de edad marcaba gustos y estilos diferentes. Además, el irlandés había defendido la independencia de su país a través de la reivindicación de una cultura propia enraizada en las fuentes de la imaginación popular.
A Eliot le horrorizaban las hadas, los demonios, los hechizos, los fantasmas, es decir, las supersticiones, mitos y leyendas celtas de su interlocutor; pero, tiempo después, se quedó fascinado por su teatro y el trabajo hercúleo que desarrolló para configurar un moderno drama en verso. También comprendió que Yeats, anclado en la tradición, hizo el esfuerzo de avanzar hacia la modernidad. Había tratado de interpretar contemporáneamente el mito.

Celos y admiraciones

Las reticencias del irlandés sobre Eliot no fueron, en principio, menores. ¿Le había surgido un competidor? Ambos se repartían celos y admiraciones a partes iguales. «El tipo de poesía que yo necesitaba para aprender a usar mi propia voz no existía en absoluto en inglés: solo podía encontrarse en francés. Por esa razón, la poesía del joven Yeats solo existió para mí cuando la poesía del viejo Yeats ya había despertado mi entusiasmo […]. Por tanto, me encontré a mí mismo mirándole, por un lado, como un contemporáneo, en vez de considerarlo un predecesor; y por otro, puedo compartir también los sentimientos de gente más joven que yo que ha llegado a conocerlo y admirarlo por la obra que escribió de 1919 en adelante.»
En este mismo ensayo, Eliot defiende a Yeats de su fama de arrogante y despótico. Eso sí, confiesa que se comportaba como un oficiante del misterio. «Le importaba más la poesía que su propia reputación como poeta o su imagen de sí mismo como tal. El arte era más grande que el artista.»
Curiosamente –y el propio Eliot es consciente de su contradicción– defiende la última poesía de Yeats sobre la primera. Eliot había formulado su teoría sobre la impersonalidad del arte: «La poesía no consiste en dar rienda suelta a las emociones sino en huir de la emoción; no es una expresión de personalidad sino una huida de la personalidad. Pero naturalmente solo quienes poseen personalidad y emociones saben lo que significa huir de ellas» («Tradición y talento individual», 1919), y ahora ensalzaba al Yeats tardío inmerso en una mayor expresión de la personalidad del poeta. Esta contradicción que le provoca la poesía última del irlandés lo llevó a matizar lo que él entendía por impersonalidad, dos décadas después de escribir el ensayo citado.

Etapa de confusión

El ensayo que Eliot escribe sobre Yeats está firmado en 1940, un año después de la muerte del irlandés. Eliot estaba en su madurez y Yeats había pasado al Olimpo. De ahí que trate de recomponer póstumamente su relación personal y la justicia sobre su poesía. La primera etapa de la poesía de Yeats –también de su ensayo y de su narrativa– estaba caracterizada por cierto decadentismo que, como ya he escrito, horrorizaba a Eliot.
El crepúsculo celta, es decir, todo lo que se incluye en Mitologías, era más bien para el autor deLa tierra baldía el del crepúsculo prerrafaelita. Yeats, según manifestaba acertadamente Eliot, usaba el folclore celta tanto como William Morris utilizaba el folclore escandinavo. Eliot calificaba a Yeats como un prerrafaelita mayor. «Creo que la etapa en que Yeats abordó las leyendas irlandesas a la manera de Rossetti o Morris es una etapa de confusión. No consiguió dominar aquellas leyendas hasta que se decidió a convertirlas en un vehículo para crear sus propios personajes […] El asunto es que, al volverse más irlandés, no en lo que se refiere a los temas, sino a la expresión, se hizo, al mismo tiempo, más universal.»
Eliot se olvida del papel que Yeats quiso representar en la conformación de Irlanda como un nuevo país libre e independiente. Una nación con una cultura popular y una tradición oral ingente y original. Además, con una lengua como el gaélico. Yeats, generosamente, utilizó parte de su precioso tiempo en recogerla, ordenarla y readaptarla a su época. Y, en eso sí que estoy totalmente de acuerdo con el autor de los Cuatro cuartetos, a partir de aquí surgió el más poderoso Yeats, libre de sus anteriores ataduras pero habiendo absorbido toda esa savia.

Motivos para cantar

Al estilo melancólico de esa primera etapa repleta de retórica, le siguió en la segunda y definitiva una poesía y creación más personal, más íntima y austera. Eliot califica a Yeats como el poeta de la mitad de la vida, un autor que, como pocos, mostró una gran capacidad de adaptación y se fue haciendo cada vez más joven con los años. «Consideras horrible que cólera y lujuria / deban bailar al son de mi avanzada edad; / cuando yo era joven, no eran tal tortura: / ¿qué otros motivos tengo para cantar?» («La espuela», 1938).
¿A qué hombre honesto, suficientemente mayor, pueden resultarle por completo ajenos estos sentimientos que Yeats escribió poco antes de morir? Magnífico y consolador el epigrama de Yeats que Eliot destacaba en su ensayo necrológico. El poeta épico de los primeros tiempos(la épica es lo básico en Mitologíasse fue convirtiendo en un poeta lírico que puede expresar a través de sí mismo el sentimiento de todos los hombres. O como dice Eliot, puede hablar por todos los hombres o por hombres muy distintos de sí mismo.
Yeats, poeta lírico; también poeta dramático. Un poeta de la mitad de la vida, el más grandioso Yeats, pero sin olvidarnos de todo su camino iniciático. Al final de su ensayo sobre el autor de La rosa secreta, Eliot reconocía «las condiciones históricas» de su contemporáneo. De hecho, le reconoció que fue uno de aquellos pocos poetas cuya historia es la Historia de su época.

Como Dante

El autor de Prufrock se quejaba de que en su juventud había estado huérfano de referencias poéticas inmediatas, ya fuera para ayudar, obstruir o rebelarse contra ellas. A Yeats le había pasado lo mismo (a excepción de la tradición oral), mientras que quienes habían nacido después lo tenían a él. Eliot utilizaba el «nosotros lo teníamos a él» como homenaje póstumo. Pero el mayor tributo que le hizo fue en el segundo movimiento de «Little Gidding», el cuarto cuarteto. Como Dante, Eliot convoca en el infierno a Yeats a través de uno de los fantasmas que tanto le fascinaban.
Eliot defendió la obra de Yeats y ayudó de manera decisiva a comprenderla y valorarla. Sin embargo, no disimuló aquellos aspectos que le resultaban antipáticos. Todos ellos están recogidos en Mitologías, libro que abarca El crepúsculo celta (1893), La rosa secreta (1897),Historias de Hanrahan el Rojo (1897), La rosa alquímica, las tablas de la ley y la adoración de los magos (1897) y Per amica silentia lunae (1917).
Siento disentir con el maestro Eliot a este respecto, pues el escritor irlandés recuperó todo un acervo cultural que hubiera desaparecido. Y lo hubiera hecho no solo por el mundo tan distinto y diferente con el que la tradición oral tenía que enfrentarse, sino porque la mano de Yeats no fue simplemente la de un mero compilador, sino la de un verdadero creador que les dio a estos textos el valor literario que hoy tienen. Unos textos repletos de imaginación, fantasía y espiritualidad, donde el panteísmo y lo sobrenatural son consustanciales al individuo. Así lo dejan claro estos versos: «El tiempo se hunde en decadencia / como una vela consumida, / y a las montañas y bosques / les llega el día, les llega el día; / pero tú, amable turbamulta antigua / de los estados del ánimo nacidos del fuego, / tú no desapareces».
El crepúsculo celta es una mirada profunda sobre la tradición literaria irlandesa. Yeats puso por escrito –según él, con exactitud y sinceridad– lo que había visto y oído, «y excepto a modo de comentario, nada que tan solo haya imaginado. Sin embargo, no he hecho el menor esfuerzo por diferenciar mis propias creencias de las de los campesinos, sino que más bien he dejado que mis hombres y mujeres, espíritus necrófagos y duendes, siguieran su camino sin que los ofendiera ni defendiera ningún argumento mío».


César Antonio Molina
Fuente: http://www.abc.es/20120518/cultura-cultural/abci-libros-mitologias-yeats-201205181737.html

«Mitologías»

1 comentario:

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